viernes, 22 de abril de 2011

El Cristo de la Humildad

Las espinas que te coronan
y el cansancio de tus ojos,
Salida de La Humildad.
tu piel maltratada y tu postura noble,
nos llenan el alma:
de lunas y noches,
de claveles rojos
y pétalos de flores.
Sentimientos en saetas de miles de colores,
de músicas de tambores,
de redobles y trompetas.
Nos arañan la piel
y nos arrastran las penas,
de lo que tuvo que ser
 pagar con esta condena
por los pecados que ahora
 no cumplimos con cadenas.

Morados , blancos y verdes,
tintos, negros y violetas.
lirios del campo muertos,
romero de la sierra,
velas derretidas, ceras,
inciensos y pulseras.
La Humildad bajando la escalinata de Santa Ana
Cordones dorados que  amarran las penas.

Nazarenos de costumbre
que lo llevan en las venas.
vigilias y bacalao con berenjenas,
pestiños y garbanzos,
sin olvidar magdalenas.
Viernes Santo con tambores y saetas.
Cuanto echo de menos
el olor de las plazuelas.

¡Que no llueva , por Dios Santo!
que ya llegamos a la iglesia.


-¿Dónde has dejado el manto?
-¿Dónde puse la cartera?
-¿Quién te quemo la mantilla?
¡Mira que era de la abuela!

Y ese dolor de pies,
Virgen de los Dolores
-Llevo rotas hasta las medias.
-Este hombro ya no es mio,
se me quedó en la madera
de ese varal tan frío,
al subir por la escalera.

Pero ¡Qué guapo fue mi Cristo!
y como lució el palio
de la Madre que lo pariera.


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